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Jorge Carrera Andrade

Publicado por A. Cerra

Foto de Jorge Carrera Andrade

A Jorge Carrera Andrade (1903 – 1979) lo podemos considerar con total tranquilidad como el poeta de más calidad que ha salido de Ecuador a lo largo de todo el pasado siglo XX.

Fue un autor bastante precoz, ya que sus primeras obras ya aparecieron en los años 20. Si bien son obras de formación de alguna manera, y todavía habría que esperar unos años para que su estilo vaya adquiriendo oficio e importancia, hasta que finalmente alcance una talla realmente relevante. Aunque es cierto que no es excesivamente conocido más allá de sus fronteras natales.

En 1945 vio la luz su obra Aquí yace la espuma. Un libro que supone un punto de inflexión respecto a sus creaciones anteriores. Ya que aquí vemos que abandona el excesivo optimismo de las composiciones de años antes, y en cambio opta por una actitud más serena y comprensión del entorno, y del propio ser humano. Y es que no hay que olvidar que su país había pasado por un periodo de guerra civil, y eso siempre marca.

Lo cierto es que paulatinamente el autor tiende hacia un mayor existencialismo, y va contemplando el mundo de un modo cada vez más mítico, y hasta con tintes religiosos. Viendo un ciclo continuo entre la destrucción y la regeneración constante.

Además otro elemento que se incorpora a sus poemas es la nostalgia. Y es que Carrera Andrade profesionalmente se dedicaba a la carrera diplomática. Y ese desempeño le llevó a pasar mucho tiempo lejos de su país, trabajando en diferentes embajadas tanto del continente europeo como de Asia.

Con esos mimbres escribió obras como La llave del fuego en 1950. Unas composiciones en las que recuerda sus paisajes natales, pero con el deseo de trascender de ellos. En realidad nos habla del mundo como una celebración de la vida. Y también nos habla de la eternidad. Un tema que ocupara de una manera más protagónica un libro posterior, de 1959: Hombre planetario.

Antes de eso había publicado en 1952 Familia de la noche y en 1955 Las armas de la luz. Dos obras que podemos considerar complementarias, ya que en ambas se refiere a la muerte. Pero como una realidad que da sentido a la vida, a celebrar la vida. No obstante hay que decir que ese tono de celebración se fue apagando en sus últimos libros. Sin llegar a desaparecer, es verdad que sus últimas poemas son un poco más oscuros.

En fin, un autor de Ecuador que no es muy conocido fuera de su país, pero que seguramente merece una lectura por parte de los lectores de lengua hispana.