Hipocorístico
Los nombres de tipo hipocorístico son los que se utilizan, suplantando a un nombre real, con alguna intención eufemística, cercana, coloquial o afectuosa. Entre sus características fundamentales está la deformación (muchas veces pequeña) a la que someten a los nombres originales, creando en muchas ocasiones fenómenos de apócopes, aféresis o disminución. No obstante, los nombres hipocorísticos también tienen a veces orígenes etimológicos distintos, como veremos. En resumen, el fenómeno hipocorístico se refiere a todos los tipos de abreviaciones y de modificaciones que pueden sufrir los nombres propios dentro de la lengua coloquial y familiar.
La formación de los nombres de este tipo puede realizarse de formas muy diversas:
- Elisión de una de o de mas de una sílaba e introducción de «-i», como en «Susi» (por Susana) o en «Toni» (por Antonio).
- Infantilización, o emulación del lenguaje utilizado por los bebés y de los más pequeños, como en «Goyo» (por Gregorio) o «Chelo» (por Consuelo).
- Postposición de un sufijo de tipo diminutivo, que a veces puede emplearse con cierta condescendencia, sobre todo si se trata de un adulto. Este tipo es muy común en español, y puede realizarse con «(c)ito», «(c)ita», «(c)ín», «(c)ina», «(c)illo» y «(c)illa. Tenemos múltiples ejemplos, como «Juanito» (por Juan), «Antoñita» (por Antonia), «Luisillo» (por Luis), o «Juanín» (por Juan). Cuando el nombre propio acaba en «s», su transmutación hipocorística también lo hace, como en «Carlitos» (por Carlos).
- Españolización de nombres traducidos a otros idiomas, como «Willi» (por William, la forma inglesa de Guillermo), «Charly» (por Charles, forma inglesa de Carlos), o «Richi» (por Richard, la forma inglesa de Ricardo).
- Unión de los dos nombres de un nombre compuesto, como en «Juanma» (por Juan Manuel), «Juancar» (por Juancarlos), o «Josema» (por José Manuel).
Ciertos hipocorísticos son capaces de sufrir alteraciones fonéticas mucho más graves, de tal forma que un desconocedor de la cultura local sería incapaz de averiguar por sí mismo de qué forma procede. Tales son los casos, que antes anunciamos, de «Pepe» (por José), «Paco» y «Curro» (por Francisco), «Charo» (por Rosario) o «Choni» (por Ascensión).
Arturo Ortega Morán, célebre investigador lingüístico, atribuyó, en su artículo «Pepe y Paco», el origen del hipocorístico «Pepe» a la pronunciación infantil de Josepe, antigua variante castellana de José derivada del italiano Giuseppe (en la lengua italiana, de hecho, el hipocorístico sería Beppe).
Más ejemplos de hipocorísticos son los siguientes:
«Fito» (por Adolfo), «Adri» (por Adrián), «Poncho» y «Fonsi» (por Alfonso), «Fredo» (por Alfredo), «Bartolo» (por Bartolomé), «Tino» (por Constantino), «Dani» (por Daniel), «Cisco» (por Francisco), «Gabo» (por Gabriel), «Leo» (por Leonardo), «Rafa» (por Rafael), «Anabel» (por Ana Isabel) o «Maribel» (por María Isabel).