Sustantivos aumentativos
Los sustantivos son el elemento lingüístico que nos mantiene ocupados desde hace unos días en La guía de lengua. Nos hemos marcado el objetivo de hacer por viaje por todas sus manifestaciones posibles, entenderlos en su totalidad, y prestar especial atención a sus diferencias, a sus particularidades y a sus muy variadas subdivisiones internas y formas de presentarse en las oraciones.
Los sustantivos. como ya sabemos también se llaman nombres, y es que son las palabras justas a las que recurrimos para para referirnos a personas, a animales, a objetos o a ideas. Es decir, utilizamos los sustantivos para “nombrar”, y es por ello que muchos los consideran la principal ancla de sujeción que tiene el lenguaje, o la forma más perfecta, fácil y concreta con la que contamos los hablantes para referirnos al mundo real. No obstante, o puede que precisamente a causa de esta inabarcable función, los sustantivos no sólo están divididos en muchas categorías, sino que además tienen la habilidad de manifestarse de maneras tan distintas que se hace complicado conocerlas todas.
En cualquier caso, una de esas formas tiene una relación muy cercana con los sufijos y sí es estudiable, de manera que vamos a ponernos a ello en este artículo.
Los sufijos, en realidad, cuando se añaden al final de la raíz de un sustantivo tienen la capacidad de cambiarlo, de matizarlo o de añadirle algún nueva utilidad. Normalmente lo que hacen es aumentarlo o reducirlo, bien sea simplemente por esa, por expresar ese tamaño, o bien sea para expresar aprecio o desprecio. Aquí nos vamos a concentrar en los sufijos que se utilizan para “aumentar”, y que dan lugar a los sustantivos aumentativos.
Los sustantivos aumentativos son los que se forman juntando a la raíz de un sustantivo un sufijo aumentativo, que puede ser:
-ón
-ote
-azo
y sus correspondientes versiones femeninas:
-ona
-ota
-aza
Estos sufijos aumentativos dan lugar a nombres como estos:
grandón
fortote
cuerpazo
Por lo general, el uso de estos aumentativos es muy reducido, al contrario de la ambigüedad que encontrábamos en los diminutivos. El mayor uso, pues, de los aumentativos es expresar el gran tamaño, aunque sería más concreto traducirlos simplemente como “gran”. “Gran” en sentido de “muy grande”, como con “grandón” o “fortote”, o “gran” en sentido de muy bueno, como en “cuerpazo”, con lo que queremos expresar un cuerpo no tanto “muy grande” como “muy bueno”, o “muy bonito”, o “muy desarrollado”.