Lengua

Anacoluto

Publicado por Pablo

anacoluto.jpgEl término «anacoluto» es de origen clásico, griego. Su aspecto original, ανακόλουθον (anakólouthon), venía a significar «inconsecuencia», a referirse a «lo que no sigue», «lo que no tiene continuidad». Pasó al latín con el mismo significado, y pasó a llamarse anacoluthon, estadio previo al anacoluto castellano que actualmente usamos.

Su significado, esa «inconsecuencia» o «ausencia de continuidad», se aplica en gramática cuando una frase abandona la coherencia sintáctica con el resto de la oración en la que está inscrita. La coherencia sintáctica es, entonces, lo que «carece de continuidad», lo que sufre el anacoluto.

Un ejemplo: «El patrón Arsenio, sus empleados irán a la huelga».

Es obvio el error, la mala utilización del pronombre, en «sus» empleados. Habría que decir «Los empleados de Arsenio irán a la huelga» para salir del error, o sustituir el «sus» por un enlace distinto, como un «cuyos», y el desperfecto quedaría zanjado.

Huelga decir que este fenómeno es más que frecuente en el habla oral. La perfección sintáctica, como la corrección gramatical o léxica, no es una exigencia de la lengua hablada, en especial en contextos coloquiales. En ámbitos más cultos o exigentes sí se miran peor los errores de este tipo, si bien no dejan de entrar en el horizonte de expectativas del oyente, «que el hablante se equivoque» (y he aquí otro anacoluto, seguido del último «que», disruptor de la continuidad sintáctica).

Este último ejemplo, introducido adrede, nos lleva a reflexión principal que hemos de hacernos. ¿Es siempre un error, el anacoluto? ¿Es una incorrección?

En realidad son muchos, e ilustres, los escritores que se han servido de esta figura -figura retórica o literaria, ya no vulgar «error»- para introducirla en sus textos. El mismo Cervantes, en el Quijote, hace un uso frecuente del mismo:

El ventero, que no conocía a don Quijote, tan admirado le tenían sus locuras como su liberalidad

Las pastoras de quien hemos de ser amantes, como entre peras podremos escoger sus nombres

Dio orden a todos sus criados del modo que habían de tratar a don Quijote, el cual, como llegó con la Duquesa a las puertas del castillo, al instante salieron dél dos lacayos

Y también Jorge Manrique, en este verso:

Aquel de buenos amigos amado por virtuoso de la gente, el maestro don Rodrigo Manrique, tan famoso y tan valiente, sus grandes hechos y claros no cumple que los alabe

Esto sin contar otra faceta que la lengua escrita puede hacer del anacoluto, cuando ella misma se oraliza, cuando, sirva el ejemplo, el personaje de una novela, en pos del realismo, habla tal cual lo haría en la realidad, como en las novelas de Galdós o en las poesías de García Lorca; o cuando el autor quiere imitar los procesos desordenados del pensamiento, como William Faulkner, como Virginia Woolf.