Las jergas juveniles
Es muy común que los jóvenes utilicen la lengua de una manera especial, harto distinta, a veces, de cómo la emplean los mayores u otros grupos sociales. De esa manera, se identifican como miembros de determinados grupos, que se manifiestan como lingüísticamente diferentes empleando sus propios códigos, sus propios vocablos y expresiones.
De este deseo por ser distintos surgen lo que se conocen como jergas juveniles, que no son sino variedades lingüísticas diastráticas –o sociolectos, es decir, variedades basadas en la diferenciación social- que emplean determinados grupos de jóvenes para manifestar su particular visión del mundo y diferenciarse, de esta manera, del resto de la sociedad.
Las jergas juveniles son usos lingüísticos apartados de la variedad estándar, y tienen el mismo carácter definitorio que otros signos externos de otro tipo, como pueden ser la ropa, el peinado, o la utilización de otros accesorios como tatuajes o piercings.
El rasgo más característico, sin duda, de este tipo de jergas juveniles, es la rapidez con la que sus expresiones envejecen y son sustituidas por otras nuevas. En efecto, generalmente las jergas juveniles se caracterizan por lo efímero de sus construcciones verbales y gramaticales, de forma que una expresión nace, alcanza su éxito rápidamente, se emplea durante un tiempo y, pronto, cae en desuso por considerarse anticuada o pasada de moda. Sin embargo, hay casos en los que las creaciones de las jergas juveniles tienen éxito y consiguen pasar al léxico común. Es lo que ha ocurrido –en España- con expresiones del tipo rollo, pasar, o flipar.
Lo más común es que los rasgos lingüísticos de las jergas juveniles se manifiesten preferentemente en el plano léxito, sobre todo con la creación de nuevas palabras, la adaptación de otras ya existentes y la adopción de términos de otros idiomas. Veamos con más detalle estos mecanismos:
– Creación de nuevas palabras a partir de la modificación de otras ya existentes, que puede hacerse por acortamiento (profe, prota), por ampliación (litrona, botellona), o por simple distorsión (bocata, tocata, cubata, demasié…)
– Adopción de anglicismos (beibi, birra, bisnes, rúa, filing…)
– Empleo de expresiones que indican que indican imprecisión o vaguedad lo que quiere decirse (y tal, como muy, así, un poco)
– Uso bastante extensivo de frases hechas (montar un cirio, dar el cante, tener morro, echar cara, estar al loro)
– Creación de nuevos sentidos para palabras ya existentes: tronco (amigo), garito (bar).
– Uso de tacos y expresiones consideras malsonantes por el resto de los grupos sociales.
– Incorporación de palabras procedentes de las jergas de grupos sociales marginales: madero o pasma (policía), trullo (prisión).