Diarios de Anaïs Nin
Que comenzara a escribir a los 11 años se debió a un detonante clave en su vida, el abandono de su padre de origen cubano-español a ella, a su madre y a sus dos hermanos. De hecho, sus diarios comienzan con una carta dirigida a su padre.
A partir de ahí nos cuenta su vida, con sus diferentes amores, algunos tan sonados como el que mantuvo con el escritor Henry Miller, y también con su mujer June. Y lo cierto es que Anaïs Nin que finalmente se nacionalizó estadounidense, estaba destinada a ser allí la primera mujer que publicara relatos eróticos, hasta pornográficos, primero de forma anónima y décadas más tarde ya reconociendo su autoría.
El caso es que por esos relatos y por los diarios que también comenzó a publicar en los años 60, la autora ha sido aclamada como una de las autoras de literatura erótica más importantes, y toda una pionera en la cultura de Occidente.
Lo cierto es que leyendo su obra se nos muestra un personaje complejo, y políticamente incorrecto en muchas cuestiones. Porque a lo largo de sus diarios vemos que es una mujer bígama durante gran parte de su vida, con amantes varios, que tuvo un aborto en un avanzado estado de gestación, y que incluso no queda claro si llegó a mantener una relación incestuosa con su padre, con el que se reencontró unos 20 años después de su abandono. Es decir, una vida escandalosa. Por esa razón cuando se comenzaron a publicar sus diarios, salieron parcialmente censurados, ya que muchas personas a las que hacían referencia estaban todavía vivas. Y ha sido en ediciones posteriores cuando ya se citan nombres concretos.
Por todo ello no ha de extrañar que no fuera fácil la publicación de algunas de sus obras, y fue ella misma quién tuvo que comenzar autoeditándolas. Por eso, por su valentía al contar su vida y por lo qué cuenta no solo fue una pionera del erotismo, sino incluso del feminismo y de la liberación de la mujer. Todo un éxito que casualmente le llegó cuando comenzó en 1966 con la publicación de sus Diarios, ya que antes aunque había publicado novelas y sus relatos sin firmar, pero no había triunfado. En cambio, su propia vida traspasada al papel le reportó la fama y el prestigio, e incluso llegó a ser nombrada Doctor Honoris Causa por el Philadelphia College of Art.