Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig
Stefan Zweig fue un genial escritor austríaco, nacido en Viena, y universalmente conocido durante las décadas centrales de la primera mitad del siglo XX. Sus obras abarcan novelas, relatos y también biografías, y una de ellas en especial abarca casi todo ello a la vez. Fue una obra que llevó casi veinte años escribir, pero cuyo resultado fue tan maravilloso que, sin duda –debió pensar-, valió la pena el esfuerzo.
Me refiero a Momentos estelares de la humanidad, donde Zweig desarrolla con una elegancia exquisita lo que la crítica literaria ha venido a llamar la miniatura histórica. Zweig elige aquí catorce momentos, desde la historia antigua (Cicerón es el primero), hasta casi su propia época (Wilson tras la Primera Guerra Mundial, Lenin y la Revolución Rusa), que él considera que marcaron un antes y un después en la historia de los hombres. “Cada uno de estos momentos estelares –escribe Zweig- marca un rumbo durante décadas y siglos”. No se trata de los mejores momentos de la humanidad, ni aquellos con los que él se sintiera más reconocido, sino los que consideró como hitos fundamentales para comprender el posterior desarrollo del mundo.
En su primer capítulo, llamado Cicerón, Zweig nos habla de la vida de este escritor, filósofo y político romano, que enarboló hasta el fin de sus días la bandera de la libertad, defendiendo la República Romana frente a los dictadores que la amenazaban. Luego, en un salto de casi mil quinientos años, nos lleva el autor a la resplandeciente Constantinopla, la perla de Bizancio, en el momento fundamental en que aquella ciudad –baluarte, entonces, del cristianismo- caía en las manos del Imperio Otomano, manos en las que ha permanecido hasta hoy. Con todo lujo de detalles nos narra Zweig la historia de la batalla colosal que se libró en 1453. En Huida hacia la inmortalidad cambiamos de continente, y nos dirigimos a América, recién descubierta por los españoles, lugar donde se desarrollaron mil y una historias de aventuras, descubrimientos y pérdidas. Con notable entusiasmo, Zweig destaca la historia de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico, y que a punto estuvo de ser también conquistador del Perú, aunque al final fuera su gloria para otro, Francisco Pizarro.
Con el mismo estilo entusiasta, elegante, pausado por momentos y emocionante por otros, Zweig nos cuenta la creación del Mesías de Hande; la composición del “himno de los himnos”, la Marsellesa; la colosal batalla de Waterloo que marcó el destino de todo el siglo XIX europeo; los últimos años del genial Göethe; el descubrimiento de El Dorado en California; el indulto del zar a un escritor sin par, Dostoievski, cuando ya se daba por muerto; la unión telegráfica entre Europa y América, y la primera palabra que por estos cables pudo transmitirse, la Huída hacia Dios de León Tolstoi, en los albores de la revolución bolchevique, la primera llegada al Polo Sur; el viaje en tren de Lenin, desde su exilio en Suiza, camino directo de la gran Revolución de 1917, y el fracaso de Wilson en su intento de construir un mundo utópicamente Pacífico tras los horrores de la Primera Guerra Mundial.
Cada una de estas historias constituye una miniatura histórica. Y un verdadero placer para el lector, que además de aprender, disfruta.