Muerte en Venecia de Thomas Mann
Sin duda alguna, esta novela corta es una de las mejores obras escritas por el escritor alemán Thomas Mann.
En ella nos habla de cuestiones como los deseos reprimidos o la transgresión. Y para ello usa como protagonista a su personaje Gustav von Aschenbach. Un hombre ya de edad madura que es todo un personaje admirado por los libros que ha escrito a lo largo de su vida. Se podría decir que nos presenta un personaje famoso en Alemania, pero que ha renunciado a los beneficios que le pueda dar esa fama, y sigue siendo un intelectual recluido y austero.
Su pequeño paraíso es alejarse de Munich y disfrutar de una casa de campo repleta de libros. Pero un día, casi sin querer ve a un forastero caminando por el cementerio y sin saber muy bien el porqué, eso le provoca unas tremendas ganas de viajar. Mientras en su mente no paran de sucederse imágenes exóticas.
Por ello, sin saber explicar la razón decide viajar. Primero a una isla del mar Adriático y luego recala en la ciudad italiana de Venecia. Recién llegado a la ciudad de los canales, en la misma noche de su llegada conoce a un niño polaco llamado Tadzio. Eso va a suponer darle una vuelta total a su vida y a todas sus ideas.
Va a enamorarse perdidamente de él. Y aunque no llega a tener contacto alguno con el niño, nos cuenta con todo detalle sus fantasías. El protagonista estaba convencido de que tenía todos esos deseos e instintos completamente dominados, pero sin embargo no es así. No paran de ocupar su mente, de una manera obsesiva. Esa obsesión nos la transmite la narración del autor que sabe aprovechar de manera magistral la atmósfera calurosa, y hasta pegajosa del verano en Venecia.
Es un relato desde luego turbador y conmovedor. Asistimos a como se consume el protagonista en una pasión imposible. Y desde luego el autor nos da que pensar. Cualquier lector se puede sentir reflejado en lo que nos cuenta. No tanto en los hechos y en las situaciones concretas, pero sí en esos deseos ocultos que se tienen. Fantasmas, casi monstruos, que procuramos mantener encerrados, pero que a veces sin saber como se escapan y afloran a la superficie.
Y al final, la conclusión es que esos monstruos pueden ser muy peligrosos, y pueden suponer la destrucción personal y hasta de un entorno social. Pero al mismo tiempo son situaciones vitales, es decir, que sin esos deseos que implican aventuras, excesos y fiestas, seguramente la vida sería mucho menos interesante.