Otelo de Shakespeare
De entre la extensísima lista de obras teatrales firmadas por William Shakespeare, hay un ramillete de libros que se han convertido en todo un símbolo no solo del teatro, sino también del comportamiento humano. En esa selección aparecen títulos como Hamlet, Romeo y Julieta, El rey Lear o Macbeth. Y por supuesto también debe de citarse la obra que aquí nos interesa, Otelo. Un texto escrito hacia el año 1603, representado en los escenarios londinenses por primera vez al año siguiente y considerado desde entonces una de las mejores escenificaciones sobre qué son los celos y hasta dónde nos pueden conducir.
Se trata de un drama dividido en cinco actos cuyo protagonista es obviamente Otelo, un militar veneciano que recibe el encargo de ser el gobernador de Chipre. Otelo está casado y enamoradísimo de su esposa Desdémona y además se rodea de varios militares fieles a su servicio.
En realidad, no todos son tan fieles, ya que Yago quería ser su lugarteniente, pero Otelo ha optado por nombrar a Casio. Y eso desata que Yago comience a maquinar intrigas contra su jefe. Provocando sobre todo las dudas sobre si su esposa le es fiel y también intrigando en contra de Casio.
La obra nos va desarrollando todas esas maniobras con el habitual enredo de tramas que hay en el teatro isabelino de la época, del que William Shakespeare es su gran exponente.
Y el resultado de todas esas tramas, argucias, personajes secundarios e intrigas es que Otelo enloquece de celos y todo acaba en una sangrienta tragedia, con casi todos los personajes principales muertos.
Curiosamente, el protagonista es alguien de tez oscura y credo musulmán. De hecho el título completo es Otelo, el moro de Venecia. Sin embargo, las alusiones a su raza y credo no son demasiado importantes en la trama. Lo cierto es que solo hay pasajes en los que se citan esas condiciones para plasmar cierta inseguridad en el protagonista. Lo cual es algo extraño, ya que en esa época, no era raro que los malvados de las obras teatrales fueran personajes no blancos ni cristianos.
La realidad es que Otelo se sigue representando en los escenarios de medio mundo, y sus adaptaciones son constantes. Es el símbolo máximo de los celos. Y se ha llevado no solo a los teatros. También ha sido la inspiración para varias óperas y composiciones musicales de grandes genios como Rossini, Verdi o Dvorak. Además de que se han hecho decenas de versiones cinematográficas, creadas por directores y actores de primerísimo nivel como Orson Welles, Laurence Olivier o Kenneth Branagh. En definitiva que estamos ante un clásico inmortal y universal.