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El gracioso

Publicado por Aroa Plaza

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En el artículo de hoy nos vamos hasta la época del Barroco para hablar de su teatro y concretamente de un personaje típico de las obras teatrales de esta época: el gracioso.

En el momento en que Lope de Vega inicia su producción teatral existen principalmente tres tipos de teatro: el cortesano, el de corte religioso y el representado en los corrales de comedias. El teatro cortesano presentaba obras en las que los ambientes eran distinguidos y la escenografía exuberante. El teatro religioso revelaba principalmente el mensaje de que Dios es un ser misericordioso ante los pecados del hombre y presenta el arrepentimiento como el medio para conocer esa misericordia de Dios. El teatro de los corrales principalmente representaba las obras de Lope de Vega, llamadas comedias. El ambiente que allí se respiraba era esencialmente popular y sencillo.

Hoy nos centraremos en el teatro barroco que se representaba en los corrales, lugar idóneo para la representación de las comedias. Normalmente, estos corrales se situaban en los patios interiores de un conjunto de viviendas. Los balcones del lugar se reservaban para la nobleza, el suelo estaba reservado para los llamados mosqueteros, que se situaban sentados o de pie, y las mujeres se situaban en una zona llamada cazuela. Entre acto y acto el público era entretenido con entremeses, mojigangas, bailes, etc., y el espectáculo completo duraba alrededor de unas dos horas y media. Algunos de estos teatros célebres son los llamados de la Cruz y del Príncipe, ambos situados en la capital española, Madrid.

En este teatro barroco, una de las figuras propias y originales es la del gracioso. La figura del llamado “bobo” del teatro anterior al Barroco se ve elevada de categoría bajo la pluma de Lope de Vega y se vuelve imprescindible en toda obra dramática. La figura del gracioso toma diferentes matices según el escritor que cree el personaje; por ejemplo, Calderón de la Barca tiende a presentar un gracioso que utiliza la ironía y muestra una visión de la vida mucho más realista.

El gracioso contribuye a las obras teatrales con frases graciosas, chistes, ocurrencias, etc.; así como elocuciones de tipo filosófico. Este personaje que en ocasiones es bobo, otras es gracioso, otras galán, etc., pero siempre se mantiene en su papel y se presenta como contrapunto al galán o al héroe tanto es su forma de expresarse como en sus modos de actuar y ofrece consejos desde una perspectiva práctica y alejadas de altos ideales. Pero, su misión en el teatro barroco sobre todo es la de entretener al público.

Además de su función de entretener, el gracioso también tiene un papel relevante en la trama de la obra. A menudo, es el personaje que desencadena la acción o introduce un giro en la trama. Su presencia en la obra no es meramente decorativa, sino que tiene un propósito narrativo. A veces, el gracioso es el personaje que aporta la solución a los conflictos que se presentan en la obra.

Muchos estudiosos han encontrado los orígenes de este personaje barroco en lo popular. En literatura, durante el siglo XVI ya se había desarrollado esta figura, sobre todo en la escuela valenciana. Se ha visto también cierta relación con el pícaro de la novela picaresca en el carácter alegre ante la vida y el humor que ambos presentan. Pero a pesar de estos “antecedentes” hemos de decir que el gracioso es la gran figura dramática creada por Lope de Vega.

La figura del gracioso se convirtió en un elemento esencial en las obras de teatro del Barroco y su influencia se extendió más allá de esta época. En el teatro contemporáneo, podemos encontrar personajes que desempeñan un papel similar al del gracioso, proporcionando alivio cómico y aportando un punto de vista diferente al de los personajes principales. Aunque el gracioso es un personaje específico del teatro barroco, su legado perdura en el teatro moderno y contemporáneo, demostrando la relevancia y la influencia de esta figura en la historia del teatro.