El romanticismo italiano
El primer precursor del romanticismo italiano fue Ugo Fescolo. A pesar de mantener en buena medida las formas clásicas, sus versos dieron un nuevo impulso a la poesía de principios del siglo XIX, en especial, gracias a la presencia de la muerte, las sombras y la agitación de los sentimientos. Como muestra de su influencia, basta decir que el propio Garibaldi tenía en su lecho de muerte un poema suyo, De los sepulcros.
Sin embargo, el auténtico programa estético del romanticismo italiano corrió a cargo de Alessandro Manzoni (en la imagen), representante de la tendencia más conservadora del movimiento. Sus poemas son una síntesis de cristianismo y del nuevo espíritu de su tiempo. Así lo muestran sus Himnos sacros, por ejemplo.
Pero a pesar de la importancia de su poesía, Manzoni es recordado mejor por una novela suya, Los novios, publicada, en su versión definitiva, en 1842. Esta obra se convirtió en el primer libro nacional exaltado por el Risorgimento, y en un libro de referencia para la literatura italiana moderna. Ambientada en la Lombardía del siglo XVII, dominada por los españoles, la novela se caracteriza por su enorme rigor histórico, aunque el tema principal sea una historia de amor entre los dos protagonistas.
Giacomo Leopardi fue, por otra parte, el poeta italiano más importante de la primera mitad del siglo XIX. Precedente de una familia de la nobleza rural, y dueño de una vasta cultura filosófica, a los 20 años sufrió una profunda crisis moral al perder gran parte de la visión. Se convirtió entonces en el poeta de la desesperación, del dolor y de la pasión, sentimientos que albergó Leopardi en su más tierna infancia.
Su intensa formación humanística tuvo lugar en una pequeña localidad provinciana alejada de los grandes centros culturales. Nunca compartió las teorías literarias de Manzoni ni de los demás románticos italianos, y este aislamiento facilitó que su poesía fuera aún más original que la de aquellos.
Leopardi es, de hecho, el poeta romántico por antonomasia, y esto a pesar de que él no se consideraba como tal e, incluso, atacara a los románticos acusándolos de crear monstruos. Su obra poética es relativamente reducida, y se concentra en su mayor parte en los Cantos.
En los años veinte –del siglo XIX- logró salir de su refugio familiar y pasó a vivir en diversas ciudades italianas, manteniendo cierto contacto con Manzoni y algunos otros. En cualquier caso, nunca llegó a formar parte de círculo literario alguno. Sus poemas de esa época reflejan su nostalgia por el pasado, su recuerdo de la juventud. En ellos, muestra el fracaso del hombre, marcado por la desgracia.