Romanticismo alemán
Sin ninguna duda, la verdadera cuna del romanticismo europeo fue Alemania. En opinión de muchos, fue también el lugar donde esta corriente alcanzó su espíritu más alto y donde más profundamente influyó en las generaciones siguientes. El romanticismo, como ya sabemos, significó la preferencia por el sentimiento, la libertad del espíritu y la irracionalidad por encima de la racionalidad y la técnica.
El auge de este movimiento en Alemania, si bien se inició bastante pronto gracias al germen sembrado por algunos autores pre-románticos, tuvo en Goethe su causa fundamental. Goethe es, en efecto, el verdadero fundador del romanticismo alemán, tanto en lo literario como en lo filosófico. Paradójicamente sería también uno de los primeros en abandonar el ideal romántico; tras un viaje a Italia adoptó un estilo más clásico y mesurado.
En cualquier caso, Goethe fue, junto a Novalis, Hoffman, Schiller y Hölderlin, el motor principal del movimiento romántico en Alemania. Iniciaron entre todos un movimiento filosófico basado en la oposición al clasicismo, en la libertad, el sentimiento y la espontaneidad, así como en la recuperación del espíritu original del pueblo germánico.
Este inicial espíritu romántico quedó concentrado en una obra fundamental: el Fausto de Goethe. Considerado por muchos como la gran tragedia de la modernidad, Fausto cuenta la historia de un hombre que vende su alma al diablo a cambio de la sabiduría y de la juventud, y que luego debe luchar para lograr la salvación.
Friedrich Hölderlin fue otro destacado poeta del primer romanticismo alemán. Su poesía evidenció una profunda sencillez expresiva y una alta sensibilidad, y gracias a su conocimiento de la lengua griega incluyó numerosos elementos clásicos en sus poesías, creando un conjunto de gran originalidad.
Estos elementos clásicos también se pueden encontrar en la obra de Friedrich Leopold von Hardenberg (conocido sencillamente como Novalis), así como en Schlegel y August. Forman parte del ideal literario de la primera generación romántica.
La segunda generación de escritores alemanes románticos dio un nuevo giro, abandonando o reduciendo la importancia de lo clásico y dirigiendo la mirada hacia el pasado popular alemán, así como su folklore. Así, los hermanos Grimm recuperan numerosas leyendas y le dan su forma moderna a historias como Blancanieves y los siete enanitos, Cenicienta o El lobo y los siete cabritllos. Clemens Brentano, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffman y Adalbert de Boncourt continúan y perpetúan esta nueva tendencia a lo largo de los siglos XVIII y XIX, donde aún aparecerán nuevos poetas de espíritu romántico como Heinrich Heine y Georg Büchner.