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El teatro de Alejandro Casona

Publicado por Aroa Plaza

AlejandroCasona

Podemos enmarcar la obra de Alejandro Casona dentro de la línea conservadora existente en el teatro anterior a la Guerra Civil española. Triunfó con su teatro en época de república (antes del franquismo), cuando recibió el premio Lope de Vega y cosechó varios éxitos teatrales en el panorama español y, también, después de la Guerra Civil. En 1937 se exilia a diversos países de Hispanoamérica (Uruguay, Méjico, Argentina, etc.) donde también alcanza un notable éxito, y ya en los años sesenta vuelve a triunfar en España.

Su teatro ha sido valorado con una cierta injusticia derivada de la realidad de la dictadura española, ésta distorsiona los puntos de vista, y puede convertir en extraordinario lo que es mediocre y viceversa, sin ningún apoyo lógico. Casona era republicano y por ello se va al exilio, pero cuando su teatro vuelve a triunfar aquí, el público de izquierdas le exige un teatro comprometido con esa ideología. Se le exigía un teatro contra el dictador, pero su obra no cumplía dicha circunstancia política.

Su obra:

Es maestro e hijo de maestros. Hay mucho de espíritu didáctico en su teatro. De hecho, en la república, colaboraba en labores de difusión del teatro. Inventa las misiones pedagógicas, y dentro de ellas el teatro ambulante, del pueblo.

Su teatro ha planteado la discusión de si estamos ante un teatro escapista, evasionista, etc., o no. José Monleón, Fernández Santos y otros críticos son los que más descalificaron al teatro de Casona por no comprometerse con la coyuntura social. No estamos ante un autor cuyo teatro sea una fuga. Por encima de todo, sus obras están marcadas por un afán pedagógico. Difunde un mensaje de filantropía. Lo más normal es que el evasionismo sea una medida terapéutica: el personaje tentado por el suicidio, tras un coqueteo con el escapismo, se reintegra en la sociedad.

La sirena varada presenta mundos híbridos entre la realidad y la fantasía. La protagonista (sirena) causa amores entre los habitantes de una casa, lo que causa esa dicotomía entre lo real y lo fantástico.

La obra que le dotó de cierto cariz izquierdista fue Nuestra Natacha. Escrita para demostrar y mostrar una tesis. “Natacha” (derivación rusa de Natalia), que es la protagonista, ha tenido una infancia difícil y ha sido educada en un reformatorio, pero será adoptada y hará un doctorado de ciencias educativas, etc. Es la obra que probablemente conecta con la expectativa de ese teatro de izquierdas.

En La dama del alba encontramos el folclore asturiano. “La dama del alba” es una perífrasis de la muerte, encarnada en una mujer mayor que llega a un pueblo.

La tercera palabra es una especie de realización del mito del buen salvaje, cuyo protagonista acabará teniendo una relación con una profesora que le enseña tres palabras: Dios, amor y muerte.

Prohibido suicidarse en primavera fue escrita en el exilio. Presenta la anécdota de una residencia/hotel presidido por el doctor Ariel, cuyos antepasados se suicidaron. Es el “hogar del suicida”. No hay personajes secundarios, todos arrastran un conflicto humano. Todos los que han ido se quieren suicidar, y todo da la posibilidad de suicidarse. La pedagogía médica que se quiere expresar es el intercambio de experiencias de distintas personas, para que unos consuelen a los otros y se vayan “ridiculizando” y haciendo ver que nada es tan grave como para suicidarse. Al final no se suicida nadie porque esa es la terapia. Se acaban convenciendo de que lo inteligente es seguir viviendo.

Los árboles mueren de pie es la creación de un magnífico personaje femenino cargado de dramatismo, la abuela. En la obra hay una familia (abuela y abuelo) cuyo nieto (delincuente) se ha ido de casa hace años (lo echaron). Pasan unos veinte años. El abuelo le pegó y vive toda su vida con un arrepentimiento impresionante. La abuela nunca le reprocha eso al marido, pero éste decide engañarla y contarle que recibe cartas del nieto donde cuenta que se hizo de derechas, que está en Canadá, ha estudiado arquitectura y gana dinero.

El caballero de las espuelas de oro es la última obra que escribe y lo hace tras regresar del exilio. Lo hace para contestar a los críticos de izquierdas que lo acusan de no comprometerse con la ideología. El caballero de las espuelas de oro es el escritor Francisco de Quevedo y hace referencia a una de las muchas anécdotas que hay sobre la figura de Quevedo: él era cojo y, en lugar de disimularlo, se puso unas espuelas de oro para que todo el mundo se fijara en ellas, y por tanto en sus pies y en su cojera. Presenta aquí a un Quevedo político, que hace versos satíricos. Es un intento de mostrarse como un autor comprometido. Juega con un terreno forzado, no es su línea espontánea.