Gabriel Celaya
Tras el pseudónimo Gabriel Celaya se esconde el poeta Rafael Múgica Celaya. Este escritor nacido en Hernani en el año 1911 inicia su andadura poética por el camino del existencialismo como podemos observar en su libro Tranquilamente hablando, del año 1947; posteriormente, sus versos cambian su rumbo hacia una poesía comprometida, la cual liderará con su obra Las cartas boca arriba: publicada en 1951, esta colección está compuesta por once poemas que llevarán por título los nombres de aquellas personas a quienes van dedicados. Los versos predominantes son los de arte mayor y, especialmente, el verso alejandrino. Entre estos poemas, hay algunos dedicados a otros escritores y, en ellos, Gabriel Celaya adopta el estilo, el vocabulario e, incluso, la temática empleados por cada uno de esos poetas. El que mayor repercusión alcanzó fue el escrito a Blas de Otero. En este poemario también hay cabida para poemas en el que le deseo y el erotismo está presentes, como por ejemplo el dedicado a su compañera, Amparito Gastón. A partir de este libro, al igual que ocurre en otros poetas del momento, la temática social y España serán la tónica dominante en su obra. Su poesía será, entonces, clara y directa para llegar a un público lo más amplio posible.
En 1955, Celaya publica el libro Cantos iberos, en el que ya se ve a un autor completamente comprometido que busca defender la libertad y a aquellos que pertenecen a las clases populares y que tienen que vivir en una España arcaica, rara y terrible. Así, la semilla plantada en Las cartas boca arriba da su fruto en esta obra, donde la poesía no es un lujo ni una floritura, sino un arma para el combate en la lucha social.
Los Episodios nacionales fueron publicados en el año 1962 y con ellos Celaya ganaría, en 1986, el premio de las Letras Españolas. En este libro, el poeta vasco emplea el verso libre combinado con el romance y prescinde de la metáfora y de cualquier tipo de imagen. Los versos que dan inicio al poemario recuerdan los angustiosos gritos de los niños provocados por los bombardeos y la muerte de uno de ellos. A pesar de la larga lista de cosas que hacen brotar las lágrimas del poeta, la esperanza se abre paso en aquellos que luchan y trabajan poniendo toda su fe y su mirada en el futuro.
Gabriel Celaya tomará ante la vida una actitud irónica y desmontadora de mitos. A pesar de que en su poesía hallamos rasgos prosaicos y populares que hacen que la calidad disminuya, sus palabras poseen una extraordinaria fuerza expresiva. La crítica, que en su última etapa no le fue favorable, así como las declaraciones que lanzó en contra de los poetas del sur, identificados con el flamenco y lejos de la literatura socialista defendida por Celaya, no le hicieron ningún favor a la difusión y acogida de su literatura. Y aunque fue en la década de los cincuenta cuando logró que su obra fuera reconocida, cronológicamente pertenecería a la generación del 36.