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La mordaza de Alfonso Sastre

Publicado por A. Cerra

Cartel de una reciente adaptación de La Mordaza

A mediados del pasado siglo XX el teatro en España experimentó una corriente de claras inquietudes sociales y de crítica. Algo que sin duda adquiría el máximo sentido dentro de un contexto tan castrador como la dictadura del General Franco, donde la represión y la censura eran la norma.

Sin embargo, hubo autores como Antonio Buero Vallejo que escribió obras tan magníficas como Historia de una escalera que supieron regatear más o menos bien a los censores. Lo mismo ocurrió con ciertas creaciones de otro dramaturgo muy realista como es Alfonso Sastre. Si bien es cierto que también sufrió casos de obras que una vez escritas, como La taberna fantástica de 1966, difícilmente pudieron ser representadas sobre las tablas de un escenario.

En cambio con otras lo consiguió. Una de ellas fue La Mordaza. Una obra de teatro escrita en 1954 y en la que como es habitual en su producción, los personajes que participan en la representación se convierten en símbolos.

En esta ocasión estamos ante una recreación del famoso mito de Saturno que devora a sus hijos. Un relato mitológico que ha inspirado cientos de obras de arte y la literatura, entre ellos el famoso cuadro de Francisco de Goya que forma parte de sus personalísimas Pinturas Negras.

En la obra nos muestra a toda una familia que está absolutamente tiranizada por un padre autoritario. Y por supuesto a esos miembros de la familia se les prohíbe de forma rotunda que denuncien o hablen de esa situación. Algo que obviamente les convierte en víctimas, pero al mismo tiempo el autor también plantea la cuestión de que ellos mismos son cómplices de la tiranía.

Es decir, La mordaza no solo impide hablar sino que callan tanto que provoca que los personajes no se quieran librar de ella. Se trata de una situación que el autor enmarca en un momento histórico y social concreto, pero como decíamos más arriba Sastre llega a convertir a algunos de sus personajes en auténticos símbolos que pueden ser atemporales. Por ello no es extraño que más de medio siglo después se sigan representando obras como La Mordaza y otras. Y es al verlas cuando se puede cambiar el momento histórico de la representación, y trasladarlo al presente. Es precisamente entonces cuando los espectadores más avispados se pueden llevar la sorpresa de que algunas situaciones que parece que solo se pueden dar en un contexto dictatorial y autoritario, lamentablemente también se hacen realidad y ocurren con situaciones políticas más democráticas.