Literatura romana
El pueblo romano creció y se desarrolló desde la ciudad de Roma hasta formar uno de los mayores imperios conocidos por la historia. En su devenir, que abarca aproximadamente desde el siglo VII a.C. hasta el siglo V d.C. (si bien el Imperio Romano de Oriente se mantuvo activo durante diez siglos más), los romanos entraron en contacto con muchas otras culturas, pero una de ellas los marcó como ninguna otra: la griega.
Si bien Roma no se distinguió por su originalidad, sino por su enorme capacidad para asimilar e imitar las tecnologías, organizaciones y pensamientos de otros, en el campo del arte y de la literatura su modelo fue sin duda el griego. La literatura griega se erigió así en los cimientos de la literatura romana, si bien ésta la renovó en algunas aspectos y la presentó a la historia en su forma final.
Por supuesto, si bien la literatura romana tomó muchas ideas e imitó el estilo griego, escribió sus obras en su propia lengua, el latín, lengua muerta en la actualidad pero que tuvo una enorme vigencia histórica durante la Edad Antigua y Medieval. Y, cómo no, si bien venimos repitiendo la enorme influencia griega en la literatura romana, también existe una literatura romana previa al encuentro con los griegos y por lo tanto libre de esa potente influencia. Los historiadores tienden a dividir así la literatura romana en indígena (que es aquella previa a la influencia griega) y la imitada (que es la posterior a esa influencia y comprende tanto copias o traducciones del griego como obras originales con marcada influencia de los autores griegos).
En cuanto a los autores romanos más destacados, hemos de empezar citando a Livio Andrónico, un escritor de origen griego que vivió en el siglo III a.C., tradujo al latín la Odisea e inició la literatura época romana. De esa misma época fue Nevio, quien se encargó de la traducción de la Iliada.
La época dorada de la literatura romana se vivió en el siglo I a.C, y particularmente en la convulsa etapa de las guerras civiles y la instauración del Imperio bajo Augusto. En esa etapa coincidieron Virgilio, autor de la Eneida; Ovidio, que escribió Las Metamorfosis; Séneca, uno de los mayores filósofos de Roma; Horacio, Marcial, Juvenal y algunos otros. Algo posterior es Plinio el Joven, cuyo legado científico y naturalista fue comparable a su calidad literaria. Más adelante es obligada la referencia a Suetonio, autor de «Las vidas de los doce césares», una obra capital para los historiadores de los inicios del Imperio Romano.