Macedonio Fernández
La concepción de la novela por parte de Macedonio Fernández era absolutamente experimental y eso queda bien palpable incluso por los títulos sus libros. Por ejemplo: No toda es vigilia la de los ojos abiertos, Una novela que comienza o Museo de la novela de la Eterna, publicada en 1967, 15 años después de su muerte. De hecho, a él nunca le interesó demasiado publicar sus escritos, y pusieron más empeño en ello sus amigos o su hijo.
Son libros en los que vemos personajes sin novelas, o hace parodias de trabajos periodísticos, nos da fragmentos de su autobiografía o trozos de conferencias. Unos libros en los que crea multitud de anticipos de lo que ampliarán otros autores posteriores, como por ejemplo el “doble” lector con el que juega Cortázar en Rayuela.
La verdad es que sus obras se pueden considerar la apertura de muchos caminos literarios. En realidad deberíamos considerar a Macedonio Fernández como un literato y autor de textos de los más variados géneros, desde novelas a poesías, pasando por el periodismo o los cuentos. No obstante, quizás la mejor definición de su trabajo sea la de pensador. Incluso él decía que su actividad predilecta era esa, sentarse a pensar.
Y, ¿en qué pensaba? En cuestiones tan trascendentales como la muerte o el dolor. Si bien hay que decir que era un tremendo escéptico incluso de sus pensamientos, ya que consideraba que las teorías filosóficas rara vez podían llevarse a la práctica. Mientras tanto se ganaba la vida como abogado sin pasión y después como fiscal. Un cargo que ejerció en la provincia de Misiones y de donde según él mismo dijo le acabaron echando porque jamás condenó a nadie.
Una afirmación de lo más curiosa, aunque todavía lo fue más su candidatura a presidente de la república argentina en 1927. Una candidatura en la que se postuló como presidente surrealista y en la que por supuesto acabó siendo vencido por el futuro presidente Hipólito Yrigóyen.