El idiota de Dostoievski
No es extraño que en las novelas de ficción que escribió el autor ruso Fiodor Dostoievski incorporen elementos autobiográficos. Por ejemplo, si en El jugador la trama se centra en un ludópata que pierde la cabeza por el juego, como le ocurría al propio escritor, en el caso de El idiota, el protagonista y su creador sufrían epilepsia.
Esta novela no tiene la fama de otras de Dostoievski como su increíble Crimen y castigo, pero sin duda es una joya de la literatura rusa del siglo XIX. Y es que se publicó originalmente en 1868.
La obra en su inicial sencillez es de una gran complejidad, ya que nos está presentando como un hombre bueno y bondadoso se enfrenta a un mundo bastante cruel. Con ello, el escritor aprovecha para hacer una rotunda crítica a la Rusia del siglo XIX, entre otras cosas, Dostoievski se ceba con la insufrible burocracia de su país. Aunque quizás sea más fuerte la crítica que hace a una sociedad sin ética, en la que el protagonista, el príncipe Lev Myshkin, es tenido como un idiota, cuando en realidad debería ser tenido como un ejemplo de moralidad a seguir.
Este personaje lo ideó como un hombre ideal, lleno de amor y de perdón a los demás. De hecho, hay escritos del propio autor que lo menciona como “Príncipe Cristo”. Quiere a todo el mundo, a todos los trata bien, pero a él lo desprecian y sus buenas acciones tan apenas tienen efectos positivos en nadie.
Rodeando al protagonista hay un sinfín de personajes, y con ellos se va cruzando e interactuando Mishkin, de manera que Dostoievski crea un retablo social bastante completo, ya que aparecen retratadas distintas clases y lo hace de una forma muy apegada a la realidad del momento, pese a que justo cuando escribió esta novela, el autor no estaba viviendo en Rusia. Sin embargo, su fuente de documentación era leer mucha prensa de su país.
No obstante otra fuente de inspiración clave es él mismo. No solo la epilepsia vincula al protagonista con su autor. También hay un episodio anclado en las vivencias del escritor, ya que describe la experiencia y angustia de ser condenado a muerte, algo que experimentó él mismo. En 1849, Fiodor Dostoievski fue condenado a muerte por el régimen zarista y se salvó de ella gracias a que el propio zar Nicolás I conmutó su pena para que pasara un tiempo haciendo trabajos forzados.
Sin duda, aquellos días esperando la ejecución fueron algo que marcó el resto de su vida y lo que sintió en esos momentos lo vuelca en unos pasajes inolvidables de El idiota. Solo por descubrir esa parte ya merece la pena la lectura de esta obra.